“Plan de Convergencia” de la Ocupación:legitimación de bantustanes palestinos.
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“Plan de Convergencia” de la Ocupación:legitimación de bantustanes palestinos.

La Ocupación tiene un “nuevo” proyecto para asegurar que los derechos palestinos continuarán siendo negados y violados: el “Plan de Convergencia”. Ofreciéndolo a los medios de comunicación con tanto entusiasmo como el “Plan de Desconexión”, persigue legitimar la anexión de todos los territorios y recursos que quedan al oeste del Muro del Apartheid, incluyendo Jerusalén. La población palestina quedará sitiada en bantustanes, aislada del Este y diseccionada por las autopistas de uso exclusivo para colonos. Mientras tanto, la cuestión de la población refugiada ha desaparecido del discurso político.

Olmert vende un plan de ilegal y brutal anexión como “retirada”. La propaganda gira alrededor de dos temas clave: la reubicación de 68 a 74 asentamientos y la convergencia de las fuerzas israelíes y los colonos sobre cerca del 10 por ciento de Cisjordania. Sin embargo, la realidad de los hechos muestra que el plan llevará a un incremento del 20% de la capacidad de los asentamientos y el sistemático aprisionamiento de la población palestina dentro de su propia tierra. Los “nuevos” planes para Jerusalén están basados en la limpieza étnica de la ciudad, aislando a más población palestina de su capital, de sus instituciones y de los centros históricos y religiosos, con la construcción a su alrededor del Muro del Apartheid.

Según el plan, los bantustanes creados por el Muro del Apartheid se extenderán hacia el este, permitiendo una mayor responsabilidad administrativa palestina sobre el Valle del Jordán. Al mismo tiempo, esto asegura que la población palestina no tendrá acceso al Río Jordán, ni a las fronteras ni a los recursos de agua o agrícolas a lo largo del río.

En la zona oeste de Cisjordania el Muro se integra en el plan. Los planes para cambiar el Muro y guetizar una docena más de aldeas palestinas de Cisjordania, convirtiéndolas en bantustanes, ya están en marcha. Para ello se debate sobre la anexión de los asentamientos de Na’ale y Pili para capturar más tierra palestina y seccionar Cisjordania todavía más. Estos ajustes aseguran que el trazado del Muro sea más efectivo para acaparar tanta tierra palestina como sea posible. La comunidad internacional habla mucho acerca de estas “modificaciones” en el trazado del Muro en lugar de denunciar el hecho de que el sionismo aprisiona a un pueblo entero tras bloques de cemento, vallas y alambradas.

Una variante fundamental de este plan es la judaización de Jerusalén y la pérdida de las áreas metropolitanas palestinas con posibilidades de desarrollo urbano. Las áreas urbanas palestinas producen el 90% del PIB y son los pilares sobre los que se mantiene la moderna economía nacional. Sin embargo, la población palestina será expulsada de Jerusalén, que ahora genera el 40% de toda la actividad económica palestina y aloja a las más importantes y antiguas instituciones palestinas. La Ocupación planea usar el Muro del Apartheid para aislar de su capital a las más de 230.000 personas palestinas que viven en Jerusalén. La escasa población palestina que vive en el centro de la ciudad quedará aislada de lo que queda de Cisjordania, de sus comercios, fábricas, clientes y mercados que quedan tras el muro-frontera. La industria turística, que constituye una parte importante de la actividad económica de la zona, será tomada por las nuevas construcciones de los colonos y las industrias del nuevo bloque del asentamiento E1.

Unas 15.000 viviendas palestinas están declaradas ilegales y amenazadas de derribo bajo el sistema racista de permisos de la Ocupación. Quienes todavía resisten en el interior de la ciudad, deben hacer frente a la continua y sistemática negación de los “derechos de residencia” de la población palestina. Desde 1967 cerca de 60.000 personas palestinas han sido expulsadas de su capital.

Además de la destrucción de la capital palestina, los distritos de Salfit y Qalqiliya quedarán completamente diseccionados por Muros y asentamientos, con áreas urbanas incapaces de sostener una actividad económica suficiente. Las restantes ciudades palestinas del norte y del sur de Cisjordania verán impedido su crecimiento hacia el centro de Cisjordania.

Mientras tanto, los recursos de agua y las tierras agrícolas, que proveen el sustento al 17% de la población y son fundamentales para garantizar la autoabastecimiento, serán hurtados desde el distrito de Jenín hasta Hebrón, en el sur. El Muro del Apartheid afectará directamente a casi 200 aldeas. Éstas perderán el acceso, en parte o por completo, a sus tierras aisladas por el Muro y quedarán sin acceso al resto de Cisjordania. En la ruta noroeste del Muro han quedado aislados o destruidos 50 pozos, mientras que otros 162 quedan inutilizados a lo largo del Río Jordán.

Este es el precio que la población paga para que la Ocupación “reestructure” sus delitos. Tras la “reubicación” de colonos, desde los asentamientos evacuados hacia otros que se expanden, se encuentra un crecimiento real de la capacidad de los asentamientos que recuerda el crecimiento del número de colonias durante los años del proceso de Oslo. Sólo el 8’6% (36.322 colonos) del total de la población de las colonias de Cisjordania será reubicado, mientras que la Ocupación proyecta construir nuevas zonas industriales y viviendas para al menos 79.646 colonos en las colonias en las que se “converge”. La estrategia asegura un incremento inicial neto cercano al 20% de la capacidad de los asentamientos.

Hay algo nuevo en las aspiraciones coloniales del plan. En 1969, Yigal Allon propuso un proyecto para asegurar que las “fronteras” de la Ocupación pudieran llegar al Jordán mientras las áreas residenciales palestinas quedarían fuera de las previsiones demográficas sionistas. El plan nunca fue implementado pero fue desarrollado por la Ocupación en las “negociaciones” de Camp David y Taba en el 2000. La población palestina y el mundo árabe han rechazado todos estos planes porque son incompatibles con los derechos palestinos y la legalidad internacional.

La apremiante revitalización de la visión de Allon está creciendo con firmeza en el paradigma sionista y racista de un estado judío en Palestina. Los colonos judíos están sustituyendo a la población indígena palestina o, al menos, superándola en número con enormes mayorías para dominarla. Después de las oleadas de expulsión de 1948 y 1967, la población palestina, una vez más, constituye la mayoría de la población bajo control palestino. En la situación actual, sólo la táctica de excluir a la población palestina de las tierras puede garantizar una mayoría judía.

El plan se desarrolla paso a paso con la antigua visión de un “Nuevo Oriente Medio” que prioriza la cuestión económica después de la dominación militar. Un estado-bantú será la perversión de un nuevo mecanismo de control económico y financiero aplicado por la Ocupación y respaldado por la comunidad internacional. La conquista de Palestina se disfrazará de “solución”, más allá del proceso de normalización con la Ocupación. Que los países árabes y musulmanes acepten un estado-bantú puede asegurar a la economía israelí –afectada desde la Intifada- nuevos mercados y renovadas inversiones.

Por su parte, la comunidad internacional continúa mirando hacia los siempre inestables escenarios económicos de la vida palestina guetizada. Incluso si se pidiera a Israel y a la comunidad internacional la suspensión de las medidas tomadas para hacer pasar hambre a la población palestina por su elección democrática, el índice de pobreza en Cisjordania y Gaza podría alcanzar el 51% en tres años. Si persiste la actual situación la pobreza impactará al 74%. Mientras estas predicciones son desastrosas para la población palestina, el mundo insostenible de los bantustanes debe ser medido con otro criterio. ¿Qué cantidad de dinero estamos obligados a pagar para ayudar a la Ocupación? ¿Cuándo se dará cuenta la gente de que la población palestina no está haciendo frente a una crisis humanitaria sino a un ataque político a su vida? ¿Cómo podemos continuar negando nuestra responsabilidad en la defensa de los derechos palestinos y la ley internacional?

El plan de Olmert permite a todos los actores presentar una nueva fachada de “viabilidad” económica y “concesiones” israelíes. Dejando de lado la decisión de la Corte Internacional de Justicia sobre la ilegalidad del Muro, la ley internacional y docenas de resoluciones de la ONU, el Plan de Convergencia supone ahora una nueva oleada de colonización frente a la que hay que resistir.

La Ocupación parece querer “converger” o “desconectar”, pero se hace persiguiendo intereses racistas y coloniales para asegurar que lo que queda para la población palestina son enclaves sin soberanía. La “desconexión” de Gaza llevó a la asfixia social y económica, al continuo bombardeo y asesinato de la población “liberada” dentro de los muros de su prisión. Esto demuestra que la transferencia de colonos no significa conseguir la liberación y la justicia. El cruce de la frontera con Egipto no está bajo control palestino, mientras que la población se ha convertido en un fácil objetivo de los ataques militares y las políticas de inanición. Por último, el 80% de la población de Gaza continúa todavía luchando por el derecho al retorno a los hogares destruidos en 1948 para el establecimiento de un estado judío.

Estos planes no sólo afectan a la población palestina de Cisjordania y Gaza, también afectan ante todo a la población palestina en la diáspora. El establecimiento de un estado-bantú palestino detrás de los muros del gueto asegura que nuestro movimiento de liberación se convertirá en una disputa sobre fronteras. Los derechos de la mayoría de nuestro pueblo van a resultar rotundamente desatendidos y excluidos.

Es importante para la gente de todo el mundo comprender que hemos luchado durante generaciones por vivir en libertad, con dignidad y autodeterminación para conseguir que la población refugiada vuelva a nuestro país libre del colonialismo, del control de los opresores y la explotación. Nunca fue nuestro objetivo definir el tamaño de nuestros bantustanes. Los planes de Olmert pueden ser aclamados como una ocasión “histórica” en algunos lugares, pero para la población palestina y para quienes colaboran con ella, esto significa más que nunca la necesidad de mantener la resistencia al Apartheid israelí y a la Ocupación.