(Respaldado por 10.000 sudafricanos de todas las confesiones religiosas)
***image2***La rebelión palestina es una realidad desde hace tiempo. Más de tres décadas de ocupación dan idea de la dimensión de su tragedia. Empujados a abandonar sus hogares de origen, aldeas y tierras a causa de continuas atrocidades, condenados hacia miserables campos de refugiados, dispersos en una lejana diáspora, expuestos a matanzas como las de Sabra y Shatila en las que se masacró a más de 3.000 refugiados, y una interminable persecución.
El sufrimiento en Cisjordania y Gaza es la continuación del proceso colonizador de toda Palestina. Las milicias sionistas han tomado el 75 % de la tierra y han conducido a 750.000 palestinos hacia una serie de masacres entre el momento de la partición de Palestina en 1947 y la formación de Israel. Con la declaración del Estado de Israel, 531 ciudades, pueblos y aldeas palestinas fueron arrasadas, haciéndolas desaparecer del mapa. Las que quedaron fueron despojadas de sus tierras, confiscadas sin indemnización.
Nosotros reconocemos el robo de la tierra y somos conscientes de cómo todavÃa hoy la Fundo Nacional JudÃo, miembro de la Organización Sionista Mundial, administra el 93 % de la tierra de Israel. Para vivir en la tierra, arrendarla o trabajarla, se debe demostrar que se tienen cuatro generaciones de ascendencia materna judÃa. En Israel, este linaje es necesario para poder disfrutar de derechos elementales. No podemos confundir la quintaesencia del carácter racista de este estado. Israel es un estado de apartheid, basado en el saqueo y la exclusión. Los derechos provienen de la etnia y de la identidad religiosa.
Nosotros, sudafricanos que hemos vivido en un sistema de apartheid no podemos silenciar que otro pueblo entero está siendo inhumanamente tratado; personas sin derechos ni dignidad humana que sufren la humillación diaria. No podemos permitir que un estado despiadado use aviones militares, helicópteros de combate y tanques sobre civiles. No podemos aceptar los asesinatos de activistas por parte del estado, la tortura de prisioneros polÃticos, el asesinato de los niños y el castigo colectivo.
Nosotros, sudafricanos que vivimos durante décadas bajo reglas con una mentalidad colonial, vemos la ocupación israelà como una extraña supervivencia del colonialismo en el siglo XXI. Sólo en Israel oÃmos hablar de asentamientos y colonos. Sólo en Israel soldados y grupos de civiles armados toman la cima de las colinas, demuelen viviendas, arrancan árboles y destruyen cultivos, bombardean escuelas, iglesias y mezquitas, saquean reservas de agua e impiden la libertad de movimientos de la población indÃgena y el derecho a ganarse la vida. Esta violación de los derechos humanos era inaceptable en el apartheid de Sudáfrica y es una afrenta para nosotros en el apartheid de Israel.
Nosotros, sudafricanos, hicimos frente al apartheid y la explotación, las balas y la prisión, no con ramos de flores sino con la resistencia. Estamos orgullosos de esto, nuestra historia. Esta es la historia de toda la gente oprimida. ¿Por qué debe ser diferente para los palestinos? Nacidos en miserables campos de refugiados, viviendo en la pobreza y creyendo que la comunidad internacional les ha abandonado, más y más jóvenes palestinos ven su futuro vacÃo, sin esperanza, y sienten una frustración insoportable. El gran poeta afroamericano, Langston Hughes, preguntó: â¿Qué ocurre con un sueño aplazado? ¿Debe secarse como una pasa al sol… o éste explota?â Los impactantes atentados suicidas dan respuesta a esta pregunta retórica. El apartheid israelà ha creado una situación en la que la gente piensa que no tiene nada que perder. Esta peligrosa situación puede ser reversible, si el Estado de Israel y el único paÃs que le apoya y ayuda incondicionalmente â los EEUU â, como también la comunidad mundial, actuaran de un modo moral y justo.
¡Es un nuevo apartheid!
Nosotros observamos cómo el Estado de Israel se basa en la represión pública, un sistema de violencia estructural y de discriminación institucionalizada que deshumaniza a un grupo frente al privilegio de otro. El apartheid israelà ha desarrollado y elaborado un sistema de discriminación racial inserto en su sistema legal, sobrepasando incluso a las leyes del apartheid sudafricano. Estas normas incluyen la Ley de Entrada, Ley de Retorno, Ley de CiudadanÃa, sancionadas legalmente por las discriminatorias reglas rabÃnicas y la Ley de Servicio Militar. A los palestinos les son negados varios beneficios sociales, el acceso a multitud de empleos y el arrendamiento de casas y tierras controladas por los cuerpos gubernamentales. Nos damos cuenta de que mientras los palestinos dentro de las fronteras del 48â pueden votar, ellos deben enfrentar estas leyes discriminatorias y son tratados como ciudadanos de tercera clase. La electricidad, el alcantarillado, los caminos y suministro de agua son proporcionados gratuitamente para los propietarios israelÃes, mientras muchas comunidades palestinas en Israel, dejando aparte los territorios ocupados, han existido por décadas sin servicios adecuados. El sistema educativo israelà es racista en la práctica y en su contenido. Gran parte de la Historia Ãrabe no es estudiada y no hay libros de texto en árabe en el currÃculo israelÃ. Los palestinos también enfrenta barreras significativas para poder beneficiarse del acceso a las universidades. En Sudáfrica factores similares contribuyeron a las sublevaciones de 1976 y 1980.
Las leyes que controlan la propiedad de la tierra, como la Ley de Adquisición de la Propiedad del Ausente y la Ley para la Adquisición de la Tierra discriminan descaradamente a los palestinos. Pese a que los colonos constituyen una pequeña minorÃa dentro de Cisjordania, ellos poseen el 60 por ciento de la tierra. Muchos de estos colonos proceden de EE.UU., la ex-Unión Soviética y Sudáfrica. En Gaza, 6.000 colonos viven entre una población de un millón de palestinos y ya poseen el 42 por ciento de la tierra. El reparto de la propiedad de la tierra en Palestina es más injusto de lo que fue en Sudáfrica alguna vez. En el momento más álgido del apartheid la población negra nominalmente âcontrolabaâ el 13 por ciento de la tierra; en Israel los oprimidos controlan sólo el 2 por ciento. El gobierno israelà también se propone una polÃtica de agua tremendamente discriminatoria. En Gaza en 1985, por ejemplo, los colonos consumÃan alrededor de 2.000 metros cúbicos de agua por persona; a los palestinos sólo se les permitÃa consumir alrededor de 120.
A pesar de la terminologÃa, nosotros reconocemos la segregación cuando la vemos. La polÃtica de âconfinamientosâ es una polÃtica de segregación. Los bloqueos que permiten a los colonos la libre circulación pero la restringen a los palestinos, han hecho que 100.000 trabajadores pierdan su empleo. Algunas carreteras son sólo para los colonos. El gobierno israelà emite tarjetas de identificación y placas de matrÃcula, codificadas con colores, que impiden el paso a los no judÃos. Los palestinos de Cisjordania se ve continuamente impedidos para viajar hacia la Franja de Gaza porque tiene que atravesar el territorio âisraelÃâ. En Cisjordania y Gaza sólo se ha permitido el desarrollo de la pequeña industria. Consecuentemente, la población palestina sólo tiene acceso a los empleos peor pagados y supone una fuerza de trabajo sobreexplotada por el capital israelÃ. Los territorios ocupados importan el 93% de los bienes pero exportan solamente el 7% de lo que producen. Las exportaciones palestinas hacia Europa Occidental están prohibidas, por lo que no pueden competir con las exportaciones israelÃes. El noventa por ciento de los trabajadores palestinos deben viajar hacia los pueblos judÃas para conseguir empleo.
Israel es, simplemente, un estado de apartheid. La Leyes de apartheid, como las del sistema de paso y el control de llegadas, la bantustanización, la reserva de empleo, la âbantu- educaciónâ y leyes resultantes de un desigual reparto de los recursos, continúan en uso. Como escribió un periodista sudafricano tras visitar Israel, âEn ambos paÃses [el apartheid de Sudáfrica y el apartheid de Israel] las ârazas subordinadasâ fueron desposeÃdas de sus tierras y confinadas en guetos marginales con brutales restricciones de todo tipo; sus movimientos fueron restringidos; el acceso a la educación y a trabajos calificados limitado, por lo que inevitablemente se hundieron en un charco de empleos mal remunerados. En ambas sociedades se prohÃbe el matrimonio mixto y la vida diaria segregadas por la raza en hace poco por la desaparición del miedo y la ignorancia que alimentan la mentalidad racista.â
Los guardianes de la globalización.
Israel es el mayor receptor del apoyo de EE.UU. Como contrapartida, hace su propia contribución en el mantenimiento del orden imperialista mundial y la estabilidad de las compañÃas multinacionales, particularmente compañÃas petroleras. En los 70âs suministró a las dictaduras militares de El Salvador, Guatemala y Nicaragua más maquinaria de guerra que los EE.UU. Apoyó en intervenciones y entrenamientos a personal de regÃmenes impopulares con los que EE.UU. no quiere ser identificado abiertamente. El último régimen es el de TurquÃa, cuya brutalidad ha acabado con los sindicatos, organizaciones de trabajadores y los kurdos. En su ilegal bloqueo a Cuba, el único apoyo para los EE.UU. ahora proviene de Israel. Por supuesto, jamás olvidaremos el apoyo israelà brindado al apartheid sudafricano. Mientras el mundo condenaba el apartheid sudafricano como un crimen contra la humanidad, Israel felizmente consolidaba sus lazos comerciales, culturales, militares y nucleares con el régimen de minorÃa blanca.
¿Un Bantustán o un Estado Laico Democrático?
Nosotros percibimos que el âplan de pazâ respaldado por EE.UU. en Oslo, Camp David, y Wye River fueron recetas para la continuación de la miseria y la pobreza para millones de palestinos. Más que prometer un futuro de pacÃfica coexistencia, virtualmente garantizaron la continuación del conflicto y la violencia. Propusieron un Bantustán, un âestadoâ con una economÃa dependiente, un territorio discontinuo y un poder sin consistencia, donde los palestinos podÃan ser explotados, controlados, restringidos y confinados en reservas. Un Bantustán dependiente adosado a un estado de apartheid es una burla para la autodeterminación, como lo fue en el apartheid sudafricano y ahora en el apartheid israelÃ. En Israel, no menos que en Sudáfrica, un mÃnimo de justicia requiere el desmantelamiento del estado de apartheid y su sustitución por un Estado Palestino laico y democrático, donde judÃos y árabes, cristianos y musulmanes, vivan juntos con iguales derechos y oportunidades.
Nosotros observamos a los niños que lanzan piedras en Jabaliya, Beach Camp, Balata, Khan Younis y Dheisheh y vemos la respuesta a las más de cinco décadas de indignante tiranÃa y ocupación. Esto se refleja en aquellos judÃos israelÃes que se resisten a la opresión de los otros, como Mordechai Vanunu que, en 1986, fue sentenciado por un tribunal secreto de seguridad a 18 años de prisión por dar a conocer los planes nucleares de Israel e indirectamente la colaboración nuclear de Israel con el apartheid de Sudáfrica.
Nosotros rechazamos la calumnia que, condenar el apartheid israelà o la âlimpieza étnicaâ Sionista, implique animosidad contra los judÃos; o que esto intenta quitar importancia al Holocausto. Antes bien, todo lo contrario. Como el famoso violinista Lord Yehudi Menuhin dijo al periódico francés Le Figaro, âEs extraordinario como nada muere completamente. Incluso el mal que prevaleció ayer en la Alemania nazi hoy está ganando terreno en este paÃs [Israel].
Nosotros, sudafricanos, tendemos nuestras manos al heroico pueblo de Palestina. Suya es la lucha, con la honda en la mano, de David contra Goliat. Suya es la visión de un paÃs desprovisto del dominio racista. Suya es la pasión por la vida sin opresión. Suya es la lucha para que árabes y judÃos sean libres de la discriminación y la injusticia. Como sudafricanos nosotros entendemos estas luchas, visiones y pasiones. Nosotros apoyamos la petición de aislar al apartheid de Israel, el derecho al retorno y a la indemnización para los 4,5 millones de refugiados palestinos y el desmantelamiento de los asentamientos racistas. Nosotros exigimos la urgente e inmediata protección internacional para el pueblo palestino de la Franja de Gaza y Cisjordania, el establecimiento de una soberanÃa palestina independiente, con Jerusalén como su capital, hasta el establecimiento de un estado laico democrático en la Palestina histórica. Nosotros asumimos el compromiso de participar en el nuevo movimiento internacional antiapartheid en contra de Israel.
Publicado por el Comité de Solidaridad con Palestina