Karmen Nassar de Belén, “¡Ahora saben que no tendremos miedo!”
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Karmen Nassar de Belén, “¡Ahora saben que no tendremos miedo!”

***image2*** Karmen Salim Khalil Nassar tiene 60 años y es de Belén. A las afueras de su restaurante, bajo la sombra del Muro del Apartheid, Karmen nos muestra la asfixia de la vida palestina en la ciudad.

“Levantamos este edificio en 1984. Era una buena zona de la ciudad. Abrimos el restaurante en la planta baja y siempre estaba lleno. La gente tenía que reservar sitio para poder venir”

Hoy el edificio ha quedado aislado del resto de la ciudad, tras el Muro que rodea a este barrio. Situado en Kubbe, esta parte de Belén está ahora señalada para la expansión del judaizado “Gran Jerusalén” y la población palestina se ve empujada hacia todo lo que supone abandonar su hogar. “En el pasado, incluso durante las malas épocas, podíamos ahorrar con el dinero que ganábamos en el restaurante. Con el tiempo comenzamos a construir más plantas y pudimos poner en marcha un hotel. Mis hijos regentaban el hotel y teníamos buenos ingresos económicos”.

Los proyectos y alicientes para la inversión se mantuvieron y esperábamos gran número de turistas en la zona, lo que animó a la familia a solicitar créditos hipotecarios y ampliar el negocio para construir un hotel mayor.

Reducidos a escombros

Como los ataques a la población palestina se incrementaron durante la Segunda Intifada de Al-Aqsa, las Fuerzas de Ocupación invadían Belén con frecuencia, dejando sitiada la ciudad. La propiedad de Karmen fue asaltada y el piso superior se usó como puesto militar.

“Destruyeron la protección de nuestro jardín y tiraron su basura por todas partes, en el jardín y en la casa. Transformaron todo en un basurero y orinaban en cualquier parte de nuestra casa. Nos sentíamos disgustados, pero a pesar de todo pusimos todo nuestro esfuerzo y dedicación en nuestra propiedad y aún lo mantenemos.

Cuando los soldados de Ocupación vinieron para instalar su base militar en la parte alta de la casa cogieron a mi hijo y lo golpearon. Colocaron una pistola en su cabeza, lo arrastraron hasta el jardín y lo apalearon. Mientras tanto a mí me ataron y no pude seguirle. Intenté quitarme las ataduras para liberar a mi hijo de las manos de los soldados, pero ellos me pusieron una pistola en la garganta y me dijeron que me matarían si me movía o pronunciaba una palabra más. Empujé al soldado gritándole: ¡Mátame, esto no es vida! ¡Este es el único hijo que me queda y ya no tengo a nadie más que a él en esta vida!” Esta mujer mayor se desmayó a causa de la tensión del momento. Cuando recobró el conocimiento se le impidió que la viera un medico palestino.

“Antes de que esto pasara, no debía nada a nadie. Ahora debo dinero a las compañías del agua y de la luz, y no puedo pagar los impuestos. Ni siquiera tengo dinero para pagar los recibos de la escuela de mis nietos. Algunas veces la Autoridad Palestina u otras instituciones nos dan algo de dinero para poder pagar el recibo del agua, pero ahora estamos luchando por sobrevivir”.

Irónicamente, la mayor parte del dinero de los recibos de agua y luz no se deben al consumo de la familia de Karmen, sino al gasto que hacen los soldados de Ocupación que se han establecido en lo alto del edificio.

“Un día estaba sola en la casa, cuando oí a los soldados golpeando la puerta. Estaban poniendo clavos para cerrarla. Entonces les pregunté que qué estaban haciendo. Me dijeron que les diera la llave de la puerta afirmando: ‘No podrás usar esta puerta nunca más, ya no es tuya’. Comencé a gritar a los vecinos para que me ayudaran. Entonces me ataron y me dejaron así hasta que mi hijo volvió”.

La Ocupación se llevó todas las llaves de la familia y cerró la entrada. Desde entonces tienen que entrar y salir de la casa por el balcón, donde han construido una escalera provisional. Los soldados se han llevado las llaves, las usan para entrar cuando quieren, insultan a la familia y orinan por toda la casa.

La destrucción de la Ocupación ha causado daños en todo el edificio. En una ocasión cortaron los cables eléctricos, otra vez destruyeron el coche. Todas las sillas, muebles y equipamiento del que fue espléndido restaurante han quedado destruidos.

Encerrada dentro del apartamento que habita en su edificio, la familia tiene prohibido el acceso al resto de la propiedad y el uso de su jardín. Los soldados usan la fuerza contra ellos en cuanto les ven fuera de los límites del apartamento. Caminar se ha convertido en algo peligroso porque los soldados arrojan ladrillos desde el tejado.

La pesadilla de vivir bajo Ocupación

”Hasta que sucedió este desastre vivíamos todos juntos, yo, George, su esposa y sus seis hijos. Pero desde que los soldados comenzaron a entrar en la casa, algunas veces gritando y amenazándonos, la vida se ha convertido en algo aborrecible.

Los niños sentían demasiada ansiedad al salir de sus habitaciones. Durante la noche no podían dormir. Coloqué mi colchón cerca de ellos para que se sintieran seguros. Le aseguro que no podían dormir en toda la noche, con pesadillas de soldados irrumpiendo en la casa.

La mayoría de las noches los soldados hacían fiesta en el restaurante y bebían. Después venían a la puerta y la golpeaban insultándonos, llamándonos perros y diciendo que saliéramos de la casa. Explotaban pequeñas bombas de sonido para asustarnos, pero les respondíamos sin miedo: “Estamos durmiendo en nuestra casa, ustedes son los perros que nos atacan” Una vez vinieron de noche, nos obligaron a colocarnos contra la pared y golpearon terriblemente a George.

Cuando los chicos van a la escuela les acompaño y les llevo de la mano hasta el final de la carretera, voy a buscarlos allí cuando vuelven. Una vez estaba sola con ellos en la casa. Estaban jugando en el jardín cuando los soldados llegaron al apartamento. Querían entrar y comencé a gritar. Los chicos me oyeron y empezaron a gritar y llorar. Los soldados de Ocupación intentaron golpearme. Después de esto los niños dicen que no quieren seguir viviendo de esta manera”.

Finalmente la familia decidió que la esposa de George debía marchar y vivir con los chicos en otra casa, mientras, Karmen y George continúan resistiendo la tiranía de la Ocupación y no abandonan el edificio.

“¡Todo lo que hacen es intentar aterrorizarnos, pero ahora saben que no les tenemos miedo!”

***image3*** Mantenerse a pesar de todo

“Nos golpean en nuestra propia casa y al siguiente día vienen con palabras suaves a intentar comprárnosla”, así explica Karmen las tácticas que usa la Ocupación para intentar que la familia se marche de su casa.

Sin poder mantener el hotel y el restaurante en su edificio, George alquila un pequeño restaurante en Belén procurando conseguir ingresos para su familia. Sin embargo, los ingresos procedentes de este negocio no pueden de ninguna manera proporcionar toda la ayuda necesaria.

Con el propósito de aprovecharse de la situación financiera de la familia, la Ocupación comenzó a enviar agentes para persuadirles de la venta de su propiedad. En una ocasión un grupo de visitantes franceses llegó hasta el restaurante de George en Belén. Le dijeron: ‘Usted ha tenido mucho éxito con este famoso restaurante. Nosotros lo explotaremos para usted cuando esté renovado’. Le ofrecieron dinero pero lo rehusó, entonces le propusieron invertir en el restaurante donde él podría trabajar para ellos. En este momento propusieron tener una reunión en Jerusalén. Le aseguraron que podría conseguir un permiso para entrar en la ciudad. George comenzó a sospechar y rehusó la propuesta.
Karmen comenta: “Insistieron y volvieron a pedirle que les vendiera el restaurante. Dijeron: ‘Echaremos a los soldados y juntos podemos volver a poner en marcha el restaurante’, pero George no quiso vender el edificio. Entonces pidieron ver a los niños diciendo: ‘La próxima vez preferimos ver a tus hijos. Estamos seguros de que tus hijos no quieren la vida que ahora están teniendo. Queremos hablar con ellos’.”

Los hijos de George son pequeños y la familia al completo está preocupada porque tantos agentes sionistas distintos intenten engañar y presionarles para que se marchen y tratarán de usar y hacer daño a los chicos con tal de conseguir su propósito.

Otras veces los extranjeros que no quieren identificarse llaman para hablar acerca de la casa y para ver la documentación que certifica la propiedad. Incluso han ofrecido a George una oportunidad para marcharse del país con un nuevo pasaporte, un nuevo empleo y una nueva esposa.
La familia ha recibido una pequeña ayuda en su lucha diaria contra la Ocupación, sus agentes y soldados. De vez en cuando reciben subvenciones de la Autoridad Palestina pero Karmen advierte:

“Piensan que sólo queremos dinero. Algunas veces nos dan algo de dinero para hacernos callar. Pero no queremos dinero. ¡Queremos apoyo político! Cuando George se dirigió a la organización de Derechos Humanos le dieron alubias, y algunas caducadas. Algunas veces siento que todo está en nuestra contra en un momento en el que nos atacan desde todos los lados. ¿Qué más puedo decir? Cada día ocurren aquí cosas como esta.”

Ignoradas por los medios de comunicación, abandonadas por las instituciones, las familias palestinas sufren pero continúan resistiéndose al objetivo de la Ocupación de expulsarlas de sus hogares y su tierra. Con el convencimiento de no renunciar a sus derechos, esta enérgica determinación marca el camino de la resistencia al sionismo.