La lucha palestina 30 años después de las sanciones de Naciones Unidas contra el apartheid
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La lucha palestina 30 años después de las sanciones de Naciones Unidas contra el apartheid

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

A diario el régimen israelí da rienda a una brutalidad racista que supera con mucho los crímenes del precedente régimen del apartheid en Sudáfrica. Encarcela a todo un pueblo tras los muros de un ghetto, lo asesina y lo somete a un bloqueo económico que ha llevado a las comunidades palestinas al borde de morir de hambre. Sin embargo, exactamente 30 años después de que la Asamblea General de Naciones Unidas exigiera aplicar sanciones exhaustivas contra el apartheid en Sudáfrica, a los palestinos se les recuerda diariamente que la ocupación sionista todavía puede contar con la ceguera del mundo frente a sus atrocidades y crímenes. ¿Hasta cuándo?
En Beit Hanoun las mujeres palestinas han alzado otro símbolo de nuestra resistencia. Y mientras los palestinos reconocen su sacrificio, el resto del mundo parece ser completamente ajeno a los últimos crímenes cometidos en Gaza, a pesar de que las cámaras de video rodaran el asedio. En la infernal prisión en la que se ha convertido Gaza -más aún incluso desde que tuvo lugar la “desconexión”- y tras días de asesinatos y destrucción a gran escala que hasta la fecha han costado la vida de más de 60 personas sólo en aquel pueblo, sesenta personas se refugiaron en la mezquita . Las mujeres se reunieron para salvar las vidas de sus padres, hermanos, hijos y compañeros, y se dirigieron a la mezquita mientras las fuerzas de ocupación amenazaban con demolerla sobre los hombres. Las mujeres continuaron andando mientras los ocupantes disparaban, mataban a dos de ellas y dejaban a varias heridas. Ellas evitaron una masacre aún mayor mientras los hombres escapaban del cerco a la mezquita.

Igualmente, en Cisjordania los agricultores están poniendo en peligro sus vidas, enfrentándose a los ocupantes ante las puertas tras las que están encerrados y en los campos aislados por el Muro del Apartheid. La cosecha anual de aceituna es la principal fuente de ingresos de las comunidades y los trabajadores agrícolas.

Hace sólo dos semanas, palestinos de toda Cisjordania y de partes aisladas de Jerusalén desafiaron su conversión en un ghetto saltando por encima del Muro del Apartheid para entrar en la ciudad. Se desplegaron escaleras y farolas mientras la gente pasaba por encima de los ocho metros de altura de las paredes de cemento del Muro para romper el asedio y el aislamiento de la capital palestina.

Mientras, las elites políticas palestinas están paralizadas por las detenciones, las asfixiantes sanciones y las interminables disputas internas. Diez meses después de las elecciones de enero no ha surgido un liderazgo político eficaz. Hoy Mahmoud Abbas ha usurpado de facto el gobierno mientras que Hamas, incapaz de desatarse las manos, sigue vigilando y defendiendo el poder sobre una estructura a la que nunca antes habían dado legitimidad. Está claro que Hamas no tiene cartas para superar el impasse. Sin embargo, tras siente meses de sanciones y una huelga prolongada en el sector público, ha surgido un factor clave: los palestinos son capaces de arreglárselas sin el aparato de Oslo que da salarios a 160.000 familias. Irónicamente, ahora que ninguna de las principales fuerzas políticas palestinas se opone a la Autoridad Palestina, ésta ha demostrado ser política y económicamente innecesaria para los palestinos.

Podemos continuar con la farsa de “gobiernos” impuestos por la ocupación y la comunidad internacional, ya sean gobiernos “presidenciales” o de “unidad nacional”. Podemos entregar al Israel del Apartheid y sus aliados incluso del derecho a la democracia y a la autodeterminación de las estructuras y del liderazgo de la lucha, y continuar vitoreando a reyes bantúes aprobados por ellos para administrar el ghetto dentro de las paredes del muro. O podemos ver la superfluidad de estas estructuras y avanzar hacia un periodo de transición que transcurriría entre un posible final de la AP y el momento en que se obligue a Israel a asumir de nuevo sus responsabilidades de la administración de la tierra que ocupa.

La Semana contra el Muro del Apartheid (del 9 al 16 de noviembre) -que moviliza por cuarta vez este año a personas de Palestina y de otros 25 países por todo el mundo para protestar contra los crímenes israelíes – nos recuerda a las personas que continúan la lucha sobre el terreno, a los hombres y mujeres que no tienen más opción que continuar su resistencia a través de su existencia. Es el momento de que tomen el mando.

Hace exactamente 30 años, el 9 de noviembre de 1976 la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó que “toda colaboración con el régimen racista de Sudáfrica constituye un acto hostil contra el oprimido pueblo sudafricano y un desdeñoso desafío a Naciones Unidas y a la comunidad internacional”, y aprobó un grupo de exhaustivas sanciones contra el régimen del apartheid en Sudáfrica.

Hoy los palestinos mueren por decenas, los muros del ghetto encierran a las comunidades y el derecho internacional es violado a diario por un régimen cuyos métodos y objetivos van mucho más allá de los del apartheid en Sudáfrica. La creación de Israel generó la mayor población de refugiados del mundo a los que todavía hoy se les prohíbe volver a sus hogares. La vida actual de los palestinos dentro del régimen de Israel incluye las demolición de casas y los llamamientos a la transferencia vía los ministerios de la ocupación que se ocupan de las “amenazas estratégicas” – o, en otras palabras, los racistas mecanismos demográficos para asegurar la mayoría numérica de los judíos. Los bantustanes de Cisjordania se convierten en ghettos sellados herméticamente mientras que llueven los misiles sobre Gaza.

Sin embargo, la comunidad internacional mantiene su silencio.

Por parte de Naciones Unidas no hay exigencia alguna de imponer sanciones, ni siquiera de acabar con los acuerdos preferenciales. Incluso los poderes globales y la comunidad internacional en general se mofan de la decisión del Tribunal Internacional de Justicia de desmantelar el Muro y de no proporcionar ayuda alguna o asistencia a la situación creada por él. En vez de presionar claramente a Israel para que detenga y desmantele el Muro, el Secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan se vanagloria de exigir que se establezca un “registro” para establecer una lista de los daños. Se supone que los palestinos tienen que estar agradecidos de que se dote de personal a otra agencia de Naciones Unidas con una junta directiva “independiente” que es responsabilidad únicamente del Secretario General que se comporta como un títere del gobierno estadounidense.

Sí, los palestinos quieren que quienes han robado sus tierras y sus vidas paguen por ello. Sin embargo, sin un claro compromiso por parte de Naciones Unidas para garantizar que de detiene el Muro y es desmantelado, el registro es demasiado poco, llega demasiado tarde. Palestina y su pueblo no están en venta. Las compensaciones antes de que caiga el Muro no es una opción.

Además, tal como se propone, este registro minimiza extremadamente los daños causados por el Muro, ya que omite completamente los más amplios efectos político-sociales. El Muro no sólo tiene que ver con dunums de tierra y el número de casas demolidas, ni siquiera con el corte del acceso a los servicios educativos o sanitarios. El Muro significa convertir en un ghetto a toda una población, la destrucción de una economía, de una sociedad, de comunidades y de vidas. Sin embargo, ni siquiera el tipo de “cálculo humanitario” propuesto en los relajados límites de la diplomacia vienesa están hechos con la decencia necesaria o al menos con vistas a un claro objetivo. Se evita cuidadosamente la cuantificación y, por lo tanto, una potencial restitución de los daños tras la caída del Muro.

También se evita hacer consulta alguna a la población afectada o que se implique en el proceso. No se han escuchado nuestras voces y en el futuro la única tarea que tenemos es rellenar formularios para satisfacer a la burocracia de Naciones Unidas. Es el mismo mecanismo que ha utilizado en el registro de los refugiados palestinos durante casi 60 años y está muy feliz de continuar haciendo lo mismo otros 60 años más.

Como palestinos sabemos que necesitamos documentar los crímenes y la destrucción hecha contra nosotros, pero también hemos aprendido que no es en Naciones Unidas en quien podemos confiar. Por consiguiente, exigimos un registro nacional basado en un esfuerzo colectivo de la sociedad civil palestina e internacional, y de las organizaciones de base; un verdadero esfuerzo para documentar y denunciar la devastación del proyecto sionista de colonización, de apartheid y expulsión vía el Muro del Apartheid. Un registro dirigido por los palestinos que vaya mano a mano con la lucha genuina para echar abajo el Muro y acabar con el apartheid, el racismo, la ocupación en Palestina.

Creemos que las tornas van a cambiar. Los primeros signos de que la gente y las organizaciones de la sociedad civil -no sólo de Palestina sino también de todo el mundo- están despertando a las realidades son claros. El objetivo de las acciones y medidas populares son la colaboración y la complicidad con la ocupación. Sindicatos, iglesias y diferentes grupos políticos y sociales están uniendo sus esfuerzos para aislar al Israel del apartheid. No pasa un día sin que alguien en alguna parte del mundo entre en acción. Hay que cultivar, fortalecer y hacer crecer este movimiento.