Carta abierta a los pueblos indigenas de las Seis Naciones de la Isla de Tortuga (Turtle Island, Canada)
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Carta abierta a los pueblos indigenas de las Seis Naciones de la Isla de Tortuga (Turtle Island, Canada)

En el aniversario de la Reclamación de Tierras, expresamos nuestra solidaridad a las Seis Naciones y a todos aquellos que hoy luchan por defender sus tierras y formas de vida contra el robo y la colonización.

El 28 de febrero de 2006, luego de que el gobierno canadiense le diera permiso a una empresa de la construcción para construir un asentamiento en sus tierras, el pueblo de las Seis Naciones contratacó, exigiendo el fin del robo y la destrucción de sus tierras y de la usurpación de su territorio por parte de los invasores. Muchos de sus miembros hoy enfrentan cargos en tribunales canadienses, por defender sus tierras. Esto nos suena trágicamente familiar en Palestina, así como ocurre en muchos otros lugares alrededor de mundo. Por más de 500 años, los mismos mecanismos han sido usados contra los pueblos indígenas, para colonizar y desposeerlos de sus tierras.

Hace 500 años, los imperios y sus misioneros expandieron el cristianismo y su civilización con la fuerza de sus espadas. Hoy, estos imperios y sus canales de televisión expanden su llamada “libertad” y “democracia” con bombas de racimo. La verdad detrás de esta “democratización” quedó clara luego de que nosotros practicáramos su democracia, sólo que bajo el apartheid y la ocupación israelí. La comunidad internacional nos impuso un brutal bloqueo por no escoger a sus candidatos para que nos dirigieran.

Como palestinos y palestinas, todavía somos víctimas de un proyecto colonial y de un Estado que continúa refiriéndose a sí mismo como “la única democracia del Medio Oriente”. Este estatus aparentemente no se ve afectado por el hecho de que haya sido evaluado por sus políticas por el Comité de las Naciones Unidas contra la Discriminación Racial, e incluso luego de que el Relator de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados le haya acusado de aplicar políticas de apartheid.

Aparentemente, sólo la tecnología ha mejorado.

En las Américas, los acuerdos llegaron luego de las espadas. Acuerdos para resolver las “disputas” por la tierra y para lograr una paz duradera. Las violaciones y renegociaciones de estos acuerdos por los colonizadores – en otras palabras, la continuación del robo de tierras – es hoy proverbial. Aquí en Palestina, estamos enfrentando las mismas tácticas coloniales.

La comunidad internacional nos ha pedido que aceptemos y cumplamos todos los acuerdos firmados en el pasado, para poder ser “socios” y para que se pueda levantar el embargo que se nos ha impuesto. Una lógica absurda, que fuerza a aquellos que sufren la ocupación a pasar una serie de pruebas para poder convertirse en socios de sus ocupantes.

Al mismo tiempo, Israel, la potencia colonizadora, nunca ha respetado ningún acuerdo que haya firmado con nosotros, y a pesar de ello se le otorgan a escala global Acuerdos de Libre Comercio y honores diplomáticos. Sus incumplimientos no tienen importancia. El pueblo palestino es presionado para que firme nuevos acuerdos y compromisos para revivir el “proceso de paz”, mientras que las actuales autoridades de la ocupación han sido muy claras en que no serán tan “generosas” como las anteriores.

Hace unos 300 años, cuando los pueblos indígenas de la Isla de Tortuga (América del Norte) fueron forzados a vivir en reservas, el Hombre Blanco vino a enseñar a naciones cazadoras a cosechar tierras inadecuadas para la agricultura. Hoy, después de la segunda revolución industrial, vinieron a Palestina para traer las maquilas y las zonas industriales para los campesinos desposeidos y confinados detrás del Muro del Apartheid de Israel. Una organización asistencial británica recientemente anunció una nueva estrategia para adaptar a nuestro pueblo a estos ghettos. Para nuestros licenciados universitarios, ofrece exportar los servicios de centrales telefónicas a Palestina – trabajos sin calificación y de baja paga, descentralizados en las diferentes ciudades.

A lo largo de los siglos, algunas cosas han cambiado. Las potencias coloniales han creado reglas e instituciones que son reguladas por las relaciones internacionales y que deben llevar a la justicia global.

Una larga lista de convenciones internacionales y leyes han sido desarrolladas, mientras que la Corte Internacional de Justicia tiene su asiento en un hermoso palacio en La Haya. No obstante, todo esto no protege a las Seis Naciones, ni al pueblo palestino, ni a ningún otro pueblo de los que viven bajo la ocupación y la colonización.

Hace casi tres años, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) declaró unánimemente que el Muro de Cisjordania era ilegal. A pesar de ello, Israel continúa construyéndolo, y hoy está ya completado al 70%. Nadie ha tomado ninguna medida para forzar al cumplimiento de esta sentencia. Israel fue admitida en la ONU con la obligación de respetar las leyes internacionales y las resoluciones de la ONU. Hoy, desobedece docenas de resoluciones y convenciones internacionales y aún así mantiene su estatus como miembro de pleno derecho. Sólo recientemente ha admitido que posee armas nucleares; sin embargo, nunca ha aceptado que entren al país los inspectores de la ONU, y se niega a firmar el Acuerdo para la No Proliferación Nuclear. En contraste, una guerra global se está preparando contra Irán por desarrollar un programa de energía nuclear. A comienzos de año, en Herzeliya, líderes neo-conservadores de EEUU y de Israel sostuvieron una conferencia anual para planificar el futuro de la región. En Jerusalén, las autoridades de la ocupación están distribuyendo máscaras nuevas de gas, en preparación de una nueva guerra llamada “Operación Libertad Iraní”.

De hecho, Canada muestra cierta coherencia en sus políticas.

Criminaliza a aquellos sobre cuyas tierras ha construido sus riquezas, por defender lo poco que les ha quedado para ellos. Al mismo tiempo, se asegura que esta lógica sea impuesta globalmente. Se ha abstenido en la Asamblea General de la ONU a la hora de votar por el apoyo al veredicto de la CIJ sobre el Muro del Apartheid de Israel; continúa manteniendo su Acuerdo de Libro Comercio con Israel; fue el primer estado que impuso el bloqueo al pueblo palestino por elegir democráticamente a sus líderes; y continúa siendo fiel a las políticas de los EEUU y de Israel de agresión contra los pueblos del mundo árabe.

Pero la esperanza está viva y es fuerte. Ustedes han enfrentado 500 años de robo de tierras, masacres y genocidio, pero están todavía luchando por su soberanía y su dignidad. Esto debería ser una señal para aquellos que todavía esperan que nosotros nos rindamos. 60 años no es suficiente para olvidar nuestra tierra y nuestra dignidad, esto son cosas que el tiempo no puede matar. Reescribir la historia sólo funciona con aquellos que quieren creer en mentiras. A pesar de que hemos sido desposeidos, conocemos nuestra historia, conocemos los nombres de cada una de las aldeas y pueblos que nuestros colonizadores han intentado borrar del mapa, nos acordamos de cada árbol que ha sido sacado de raíz, y de cada río y lago que han secado y contaminado. Tal y como la memoria y la dignidad del pueblo Iroqués está todavía viva en la Isla de Tortuga, 6 millones de refugiados y refugiadas palestinos todavía luchan por retornar a las más de 500 aldeas destruidas y sometidas a limpieza étnica desde el año 1948. Nosotros decimos que esto no son los mortecinos remanentes de otra era; nuestra historia todavía está por llegar.

El futuro será sustancialmente mejor que el pasado, sólo cuando los pueblos del mundo se levanten unidos por su solidaridad. La opresión de los colonizadores sólo terminará cuando sean forzados a poner fin a la ocupación por los Estados que les brindan su apoyo. Si los Estados que conforman la comunidad internacional no toman acciones para parar estos crímenes, entonces le corresponde hacerlo al pueblo que conforma la sociedad internacional; el pueblo de Palestina siempre estará del lado de aquellos que luchan por su libertad y por su dignidad.