Declaración de Stop the Wall sobre las demoliciones de Wadi Hummus
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Declaración de Stop the Wall sobre las demoliciones de Wadi Hummus

Wadi Hummus, el barrio de Sur Baher, entre Jerusalén y Behlehem, está hoy lleno de escombros. Militares israelíes invadieron la zona el Lunes y destruyeron con excavadoras y explosivos en solo unas horas las casas de casi un millar de palestinos. Israel espera que los palestinos que viven allí sigan adelante y desaparezcan entre los más de seis millones de refugiados palestinos que las políticas de limpieza étnica de Israel ya han causado. Asume que nosotros y las personas de todo el mundo se olvidarán.

Más allá del sufrimiento humano de la gente en Wadi Hummus, la insensibilidad política del régimen del apartheid de Israel y la indignación que nos asalta a cada uno de nosotros, para generar una reacción efectiva ante lo que ocurrió, debemos analizar el contexto y la importancia de demoliciones a gran escala en Sur Baher.

Lo que ayer sucedió en Wadi Hummus  probablemente no tuvo precedentes en su escala desde la destrucción masiva de hogares y aldeas palestinas durante la ocupación de Cisjordania en 1967 y se asemejó en sus imágenes a los bombardeos de hogares palestinos en Gaza.

Sin embargo, la demolición de viviendas y la destrucción sistemática y criminal de comunidades enteras por parte de Israel son una política permanente. En Khan al Ahmar, Israel el año pasado no logró demoler a la comunidad. Lo que detuvo la destrucción fue la movilización masiva en el terreno y la intensa presión  a nivel internacional. Finalmente, Fatou Bensouda, el fiscal del Tribunal Penal Internacional, advirtió que la demolición y el traslado forzoso de la población de Khan al Ahmar constituyen un crimen de guerra y no dudará en "tomar las medidas apropiadas". 

Esta vez, Israel actuó para evitar tales esfuerzos, aplicando la Doctrina “Conmoción y Temor” (Shock and Awe) sobre los residentes desarmados que fueron arrancados de sus hogares.

Wadi Hummus para Israel sirve como modelo para muchos más hogares, comunidades y vidas en riesgo. En la zona hay otros 100 edificios en riesgo con 224 casas más. Solo en Jerusalén oriental, Israel mantiene al menos un tercio de todos los hogares palestinos bajo amenaza de demolición, lo que potencialmente pone a más de 100,000 residentes en riesgo de desplazamiento.

Este es un plan masivo de desplazamiento forzoso que continúa nuestra Nakba, la catástrofe de la limpieza étnica que comenzó con el establecimiento en 1948 del régimen de apartheid de Israel en nuestras tierras. Los residentes palestinos en Jerusalén son objetivos específicos, incluso a través de impuestos exorbitantes, multas, eliminación de los derechos de residencia y represión diaria y arrestos. Con el apoyo total de la administración de los Estados Unidos, Israel intenta crear por la fuerza una 'Jerusalén judía', anexada y limpia de la población indígena palestina.

Se necesitan más desplazamiento en Cisjordania para finalizar los guetos esculpidos para los palestinos por el Muro del apartheid. 46 comunidades beduinas con unos 7.000 habitantes, alrededor del 60% de los cuales son niños, en la Zona C, en el área central de Cisjordania, están en riesgo de transferencia forzosa. Muchas comunidades en el valle del Jordán están en condiciones similares.

Las demoliciones en Wadi Hummus no solo han desplazado a las personas sino que han demolido el derecho internacional y las resoluciones internacionales.

A pesar de que Wadi Hummus está aislada desde hace una década del resto de Cisjordania y está rodeada por el lado de Jerusalén por el Muro, la zona donde se encontraban las casas hasta ayer se ha clasificado según los Acuerdos de Oslo como Zonas  A y B, zonas donde La Autoridad Palestina, no Israel, es responsable de los permisos de construcción y la planificación. Sin embargo, dentro de la lógica del "Trato del siglo" y el reconocimiento por parte de Estados Unidos de Jerusalén como la capital de Israel, bajo la cual se supone que el poder tiene razón, Israel ha definido una vez más sus propias reglas de acuerdo con sus deseos siempre expansivos. La soberanía territorial está donde Israel la quiere.

Exactamente 15 años después de que la Corte Internacional de Justicia declarara ilegales el Muro y su régimen asociado, las demoliciones en Wadi Hummus muestran un descarado desprecio por su veredicto y el consenso internacional a su alrededor. Han subrayado la lógica perversa del sistema de "justicia" israelí. 

Las demoliciones se han llevado a cabo oficialmente bajo la orden militar de 2011, que ha instituido una zona de amortiguamiento de 100 a 300 metros a lo largo del Muro. Las casas han sido declaradas una 'amenaza de seguridad' para el Muro. Con su veredicto del 11 de Junio que dio el visto bueno para las destrucciones, el Tribunal Superior de Israel validó una política mediante la cual las fuerzas israelíes pueden llevar a cabo un crimen de guerra – el desplazamiento forzoso de personas en el territorio ocupado y la destrucción indiscriminada de propiedades –  para “asegurar” una construcción ilegal –  el Muro del apartheid de Israel – que busca proteger un tercer nivel de ilegalidad: la política de anexión territorial de Israel por la fuerza y ​​su régimen de apartheid.

Llevar los actos inhumanos e ilegales a un nuevo nivel no solo es una necesidad dentro de la estrategia de Israel para configurar un panorama político de una Jerusalén étnicamente limpia y un sistema de gueto definido para los palestinos. Es un mensaje dentro de la campaña electoral en curso en Israel. El primer ministro en funciones, Benyamin Netanyahu, con este acto tiene la intención de promocionarse. Nada funciona mejor en la campaña electoral que ser capaz de demostrar la capacidad de cometer crímenes sin precedentes contra el pueblo palestino y salirse con la suya.

Estamos en tiempos de resistencia y las demoliciones se están convirtiendo en una parte crucial de la política israelí y de nuestra estrategia de resistencia.

Nuestras demandas son claras: la gente de Wadi Hummus debe poder regresar, ser compensada por los daños y reconstruir sus hogares. Esta es la única forma de detener nuevas demoliciones de “Conmoción y Temor” (Shock and Awe).

Como palestinos necesitamos estar presentes en el terreno con protestas. Necesitamos unir todas nuestras luchas de base para apoyar a las personas en riesgo y afectadas por las demoliciones. Necesitamos unirnos más allá de las líneas divisorias de la Línea Verde. Más que eso, debemos aumentar la presión sobre la Autoridad Palestina (AP) para que tome las medidas adecuadas. El llamamiento al Tribunal Penal Internacional es bueno; detener todos los lazos con Israel, a partir de la infame 'coordinación de seguridad' que todavía vincula a la Autoridad Palestina con Israel sería mucho mejor. No tenemos nada que perder. La AP nunca ha sido y nunca será más que una entidad simbólica sin poder, que perpetúa la quimera de una solución de dos estados, mientras que el régimen de apartheid y la ocupación de Israel continúan prosperando.

En su declaración, los funcionarios de la ONU en Palestina declararon : "Si se hubieran tomado medidas concretas para garantizar el respeto de estos principios y del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos, en general, la gente de Sur Bahir no experimentaría el trauma que sienten hoy en día, y las violaciones de sus derechos."

No hay duda. El punto es que la ONU como tal y sus estados miembros han continuado fracasando con el cumplimiento de la ley internacional y los derechos del pueblo palestino desde la misma existencia de la ONU. ¿Cómo vamos a garantizar ese respeto?

Tendrán que ser las personas quienes  tomen la delantera y presionen a sus gobiernos y denuncien a las corporaciones que permiten y se benefician de estos delitos.

No solo Israel, sino también la comunidad internacional y las corporaciones internacionales, violan sus obligaciones al permitir los crímenes de Israel contra nuestro pueblo y las violaciones de los derechos humanos. Ellos también deben ser responsabilizados y asumir su responsabilidad por el daño que nos han causado.

Fortalecer el movimiento mundial de boicots, desinversiones y sanciones, apuntando a Israel y a todos aquellos cómplices de sus crímenes, es hoy más urgente que nunca.