Lo primero, gracias por esta calurosa bienvenida. Gracias a Brenna por su estupenda presentación. Ya veo que esta tarde soy la Angela Davis profesora. Gracias, también, a Rafeef y Frank. Y gracias a todos ustedes que se han acercado esta tarde. Este encuentro es muy importante, en cierta medida es un comienzo decisivo. Estoy muy contenta de ver que también ha venido mucha gente que lleva tiempo comprometida con la campaña contra G4S. Vosotros sois los que nos animáis a seguir trabajando.
Cuando me pidieron que participara en este encuentro iba a centrarme en la importancia de boicotear a G4S, la multinacional dedicada a la seguridad. No podía saber que nuestra reunión coincidiría con la muerte y las honras fúnebres de Nelson Mandela. Así que, reflexionando hoy sobre el legado de una lucha que asociamos a Mandela, no puedo dejar de acordarme de los esfuerzos que contribuyeron a fraguar el triunfo de su liberación, esto es, cómo se fue desmantelado el apartheid sudafricano. En consecuencia, recuerdo a Ruth First y Joe Slovo, y recuerdo a Walter y Albertina Sisulu, a Govan Mbeki, a Oliver Thambo y Chris Hani, y a tantos y tantos otros que ya no están con nosotros. Para honrar a Mandela, que insistía en situarse siempre en el contexto de la lucha colectiva, es de rigor, creo, evocar los nombres de los muchos que jugaron un papel decisivo en la destrucción del apartheid.
Es curioso asistir al reconocimiento unánime y el goteo incesante de elogios que está recibiendo Nelson Mandela; es sintomático, y creo que también debemos preguntarnos por el significado de esta beatificación. Estoy segura de que Mandela habría insistido en no ser elevado él solo, como individuo, a una suerte de santidad laica. Por el contrario, habría exigido sitio para sus camaradas de lucha, y en este sentido habría cuestionado su proceso de beatificación. Desde luego que era extraordinario, pero si en algo destacó como individuo fue, si cabe, en estar en contra de cualquier individualismo que le hiciera único a él a expensas de los que siempre estaban a su lado. Creo que su profunda individualidad residía precisamente en su rechazo crítico del individualismo, que es un componente ideológico central del neoliberalismo.
Así que voy a aprovechar para dar las gracias aquí, en Gran Bretaña, a las innumerables personas, incluidos muchos miembros del Congreso Nacional Africano (CNA) y del Partido Comunista sudafricano exiliados entonces, que construyeron en este país un potente y ejemplar movimiento antiapartheid. En los años setenta y ochenta vine en numerosas ocasiones a participar en un sinfín de actos antiapartheid, y hoy quisiera honrar a las mujeres y hombres inquebrantables en su compromiso con la libertad, como lo fue Nelson Mandela. Y me van a permitir que les cuente que la participación en aquellos movimientos de solidaridad aquí, en Gran Bretaña, fue fundamental en mi propia formación política, quizá más decisiva que aquella otra en los movimientos que me salvaron la vida. Así que al tiempo que lloro la muerte de Nelson Mandela, presento mi más profundo reconocimiento a todos aquellos que mantuvieron viva la lucha contra el apartheid durante tantas décadas, las décadas que costó acabar con el apartheid. Me gustaría invocar el espíritu de la Constitución sudafricana y su oposición al racismo y al antisemitismo, así como al sexismo y la homofobia.
Es en este contexto en el que siento que nos hemos juntado una vez más para apoyar las campañas contra otro sistema de apartheid, y en solidaridad con las luchas del pueblo palestino. Como dijo Nelson Mandela, sabemos demasiado bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos.
El desarrollo político de Mandela se produjo en el marco de un internacionalismo que siempre nos urgía a establecer relaciones entre las diferentes luchas por la libertad, por ejemplo entre la lucha negra en el sur de EEUU y los movimientos de liberación africanos, liderados, por supuesto, por el CNA en Sudáfrica, pero también por el MPLA en Angola, el Swapo en Namibia, Freelimo en Mozambique y el PAIGC en Guinea Bissau y Cabo Verde. Esa solidaridad no se daba solo en un plano africano, sino que también se contemplaban las luchas de Asia y América Latina, con Cuba a la cabeza. Y por supuesto a la gente que luchaba contra la agresión militar de EEUU en Vietnam. Así que, casi medio siglo después, hemos heredado el legado de aquellas solidaridades, porque por bien o mal que cada lucha concreta haya acabado, la solidaridad fue lo que nos dio esperanza y nos inspiró. Fue lo que ayudó a que se dieran verdaderas condiciones para avanzar.
Ahora tenemos ante nosotros la tarea de apoyar a nuestras hermanas y hermanos de Palestina en su batalla contra el apartheid israelí. Su lucha tiene muchas similitudes con la del apartheid sudafricano. Una de las más llamativas ideológicamente es la que califica de «terrorismo» su demanda de libertad. Se comprende mejor con lo que está saliendo ahora a la luz de los manejos históricos de la CIA. Aunque ya sabíamos que la CIA colaboraba con el régimen del apartheid de Sudáfrica, parece que fue un agente de la CIA el que facilitó a las autoridades sudafricanas en 1962 el paradero de Nelson Mandela, lo que condujo a su captura y encarcelamiento. Y hasta 2008 —eso es hace cinco años, ¿verdad?— no borraron su nombre de la lista de los terroristas buscados, cuando George W. Bush —sabéis de quién hablo, ¿no?— firmó una ley que para borrarle a él y a otros miembros del CNA… Vamos, que Mandela, en las varias ocasiones que visitó EEUU desde que salió de la cárcel en 1990, no podía entrar en el país porque estaba en la lista de terroristas —solo podía dejar de estarlo si se revocaba la orden de forma expresa. Lo que quiero hacer notar con esto es que, durante mucho tiempo, él y sus compañeros estuvieron en la misma situación que muchos palestinos hoy. Igual que EEUU colaboró de forma explícita con el Gobierno sudafricano del apartheid, ha apoyado y sigue apoyando la ocupación israelí de Palestina, en la actualidad bajo forma de más de 8,5 millones de dólares diarios en ayuda militar. La ocupación no sería posible sin la colaboración del Gobierno de EEUU. Ese es uno de los mensajes que debemos hacer llegar a Barack Obama.
Es un honor participar hoy en este encuentro, especialmente como miembro del Comité Internacional de Prisioneros Políticos que se acaba de formar en Ciudad del Cabo y también como miembro del jurado del Tribunal Russell para Palestina. Y por supuesto, quiero dar las gracias a War on Want por patrocinar este encuentro, así como a SOAS, y en particular a todos los progresistas que habéis hecho posible que estemos aquí esta tarde.
Nuestra cita de hoy gira en torno a la importancia de popularizar el movimiento del BDS —el movimiento de boicot, desinversión y sanciones, diseñado a la manera del potente movimiento antiapartheid de Sudáfrica. Aunque hay numerosas multinacionales identificadas como objetivo del boicot —Veolia, por mencionar una bien conocida por aquí, o SodaStream y Ahava, o Caterpillar, Boeing y Hewlett-Packard, y podría seguir y seguir, pero dejémoslo— yo diría que G4S es importantísima porque participa con total descaro, directa y abiertamente, en el mantenimiento y reproducción de los aparatos de represión en Palestina. Hablamos de las prisiones, el Muro del apartheid y los checkpoints.
G4S es fiel reflejo de la creciente insistencia del Estado neoliberal en la llamada «seguridad». Gina Dent ha hecho una magnífica crítica de la noción de seguridad señalando que hay alternativas feministas que podrían resultar útiles si queremos reconceptualizar lo que «seguridad» debería significar. La ideología de la «seguridad» representada por G4S abunda no solo en la privatización de la seguridad, sino en la privatización del sistema penitenciario, la privatización de la guerra, la privatización de la sanidad y la privatización de la educación.
G4S es responsable de la represión de los prisioneros políticos en Israel, como atestigua Addameer, la organización dirigida por Sahar Francis, una gran activista que seguramente muchos de ustedes conocen. Ha viajado por todo el país y a través de Addamer nos ha suministrado información y datos sobre lo que está pasando dentro y fuera de las prisiones. Hemos sabido de las terribles condiciones de las cárceles y de la tortura que sufren tantos y tantos palestinos, pero también hemos sabido de su espíritu de resistencia, de sus huelgas de hambre y de muchas formas de resistencia que no dejan de producirse detrás de los muros de las cárceles. Creo que ha sido Rafeef Ziadah en su intervención la que ha señalado que G4S es la tercera mayor compañía privada del mundo. ¿Cuál es la primera? ¿Cuál es la compañía privada más grande del mundo? Wal-Mart. Y la segunda FoxConn, que fabrica dispositivos como iPads, etc. Así que he estado echando un vistazo a la página web de G4S. Es muy interesante ver cómo se presenta. Hace una relación de todo lo que dice proteger. Entre todas esas «cosas» que protege están estrellas del rock y del deporte, personas y propiedades. Leo directamente de su web: «Desde asegurar que los viajeros disfruten de una experiencia agradable y segura en los puertos y aeropuertos de todo el mundo… hasta garantizar la detención y repatriación de las personas que no tienen permiso legal para permanecer en un país». Te dicen con todo detalle a qué se dedican. Vuelvo a citar: «De más maneras de las que imaginas… G4S está haciendo seguro tu mundo». Y debería añadir: de más maneras de las que nos imaginamos, G4S se ha metido en nuestras vidas bajo el pretexto de nuestra seguridad y la del Estado: desde la manera en que los palestinos son torturados y encarcelados por motivos políticos a la tecnología racista al servicio de la segregación y el apartheid, desde el muro de Israel a las escuelas como cárceles y el muro frontera entre EEUU y México.
GS4-Israel ha proporcionado sofisticada tecnología de control a la prisión de HaSharon, que tiene encarcelados incluso niños, y a la de Dimona, en la que hay mujeres, pero vamos a detenernos un poco más en hasta qué punto G4S está involucrada en lo que podríamos llamar «el negocio de la industria penitenciaria». No me voy a referir ahora a sus negocios en cárceles y prisiones —G4S gestiona, opera y hasta posee cárceles privadas en todo el mundo, volveré luego sobre esto—, sino que voy a hablar de escuelas.
En EEUU, las escuelas, sobre todo en las comunidades pobres, en las comunidades pobres de color, forman parte de tal modo de la maraña del negocio de la industria penitenciaria que a veces cuesta mucho distinguir entre escuelas y cárceles. Las escuelas parecen cárceles, usan la misma tecnología para identificar a los que entran, y con frecuencia hasta los mismos empleados de seguridad. En EEUU tenemos escuelas de primaria cuyo patio patrullan seguratas armados. Hasta el punto de que, en las escuelas de distritos que no se pueden permitir G4S, la última moda es armar a los profesores: como no pueden pagarse seguridad privada, enseñan a sus profesores a disparar y les dan pistolas. No bromeo. Si abrís la web de Great Schools y buscáis un colegio en Florida llamado Central Pasco Girl’s Academy in Land-o-Lakes, lo único de lo que os enteraréis es de que es un pequeño colegio público alternativo. Pero si miráis en la pestaña de «Servicios» de la web de G4S, descubriréis esta entrada: Central Pasco Girl’s Academy acoge a chicas de entre 13 y 18 años moderadamente conflictivas que necesitan tratamientos intensivos de salud mental. Y sigue informando de cómo emplean «servicios de género sensibles» y de que tratan casos de abusos sexuales, drogadicción, etc.
El alcance del negocio de la industria penitenciaria supera con mucho el de las cárceles en sí. En este sentido, también debemos reflexionar sobre los medios que hacen que una empresa como G4S sea cómplice de otros aspectos del sistema de apartheid de Israel. Porque… sí, G4S provee equipamiento y servicios a los checkpoints y servicios varios relacionados con el funcionamiento del Muro ilegal y todo lo demás. Pero es importante que igual que vemos a G4S al ver el Muro en Israel, también veamos que G4S se ocupa de trasladar a deportados en general, y aunque me referiré a Gran Bretaña a continuación, primero recordaré que G4S se ocupa también de trasladar a los inmigrantes indocumentados de EEUU a México, en connivencia con la legislación antiimigración y sus prácticas represivas en EEUU.
Pero ha sido aquí, en Gran Bretaña, donde ha tenido lugar uno de los sucesos de represión más escandalosos en el traslado de una persona indocumentada. La última vez que estuve en Londres, no hace mucho, en octubre, tuve ocasión de reunirme con Deborah Coles, directora de Inquest, quien me contó el caso de Jimmy Mubenga, ocurrido el verano pasado. Me explicó cómo había muerto, la técnica que usaron los empleados de G4S para evitar que nadie oyera su voz en el avión de British Airways en el que era deportado. Parecer ser que, esposado por detrás y con el cinturón de seguridad abrochado, la gente de G4S le aplastó la cara contra el asiento de delante. Es el método que llaman «tapicería karaoke», es decir, tenía que ir cantando con la cara aplastada contra la tapicería del asiento delantero. Increíble —¿verdad?— que tengan tal expresión para semejante aberración —parece ser que no es legal, pero no importa, ellos la practican—. Le tuvieron inmovilizado así durante al menos 40 minutos, sin que nadie interviniera. Y claro, para cuando quisieron prestarle primeros auxilios, había muerto. A partir de este trato escandaloso a los inmigrantes indocumentados, sea en EEUU o en Gran Bretaña, podemos trazar una comparación con los palestinos, convertidos en inmigrantes, en inmigrantes indocumentados, en su propia tierra. En su propia tierra. Todas las compañías como G4S proveen los medios técnicos necesarios para que este proceso siga su curso.
Además, por supuesto, está el hecho de que G4S está involucrada en el funcionamiento de prisiones en todo el mundo, incluida Sudáfrica. El Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU, en sus siglas en inglés) se ha manifestado recientemente contra G4S, que lleva un centro correccional en este país libre. Por lo visto, el motivo fue que tirotearon a 300 miembros del sindicato de policía que estaban huelga. Voy a leer un párrafo de la declaración del COSATU: «El modus operandi de G4S es indicativo de dos de los aspectos más preocupantes del capitalismo neoliberal y del apartheid israelí: la ideología de la «seguridad» y el incremento de la privatización de sectores de los que tradicionalmente se ha ocupado el Estado. «Seguridad» no significa aquí seguridad para todos. Porque si miramos la lista de los principales clientes de G4S (bancos, Gobiernos, empresas, etc.), es evidente que cuando G4S dice que está «haciendo tu mundo más seguro», eslogan de la compañía, se refiere al mundo de la explotación, la represión, la ocupación y el racismo».
Cuando fui a Palestina hace dos años con una delegación de mujeres activistas indígenas y de color, era mi primer viaje, de hecho era el primer viaje para todas nosotras. Aunque muchas llevábamos años implicadas en actividades de solidaridad con Palestina. Pero a todas nos dejó consternadas la represión sin tapujos que aplica el régimen colonial de los asentamientos. El Ejército israelí no hacía nada por evitar, o al menos mitigar, la violencia que se infligía a los palestinos. Había soldados armados, hombres y mujeres, por todas partes. Algunos parecía que tuvieran trece años. Sí, ya sé, cuanto mayor se hace una más jóvenes parecen los demás. Pero es que esta era de verdad gente muy joven paseándose con enormes fusiles. Fue… fue algo que viví como una especie de pesadilla. ¿Cómo es posible? El Muro, el hormigón y las alambradas por todos lados nos hacían tener la impresión de estar en una cárcel. Estábamos de hecho en una cárcel. Y por supuesto, en lo que atañe a los palestinos, un paso en falso y cualquier persona podía ser arrestada y llevada a prisión. De una prisión al aire libre a otra bajo techo.
G4S representa, para mí, estas «trayectorias carcelarias» que son tan obvias en Palestina pero que cada vez más caracterizan a las multinacionales que se mueven por volumen de negocio y que están directamente involucradas en el aumento del número de encarcelamientos en EEUU y en el resto del mundo. En EEUU hay alrededor de 2,5 millones de personas encarceladas en prisiones estatales, federales, militares, de los territorios indios y en centros de detención de inmigrantes —un día cualquiera, por así decir, hay 2,5 millones de personas en prisión. Es una media diaria, así que no refleja la cantidad de gente que pasa por la cárcel cada semana, cada mes o cada año. La mayor parte es gente de color. Y el grupo que crece más rápido es el de las mujeres, mujeres de color. Muchas prisioneras son queer o transexuales —de hecho, las personas transexuales de color son el grupo favorito a la hora de arrestar y encarcelar. El racismo proporciona la gasolina para que se mantenga, se reproduzca y crezca el negocio penitenciario. Así que, cuando denunciamos, como hacemos, que hay que acabar con el negocio de la industria penitenciaria, deberíamos añadir que hay que acabar con el apartheid. Y poner fin a la ocupación de Palestina. Cuando nosotros, en EEUU, describimos la segregación en la Palestina ocupada, que tan nítidamente se parece al apartheid histórico del racismo en el Sur de EEUU, sobre todo cuando hablamos con la gente negra, la respuesta con frecuencia es: «¿Por qué nunca nadie nos ha hablado de esto? ¿Por qué nadie nos ha contado lo que pasa en la Palestina ocupada? ¿Que existen autopistas segregadas? ¿Cómo es que nadie nos lo había dicho antes?».
Así que si el mismo «nunca más» que le decimos al fascismo que condujo al Holocausto nos une en el «nunca más» que le decimos al apartheid del sur de EEUU, esta misma solidaridad la tenemos que hacer extensiva a la gente de Palestina. Gente de distintos géneros y sexualidades. Gente de dentro y de fuera de los muros de las prisiones. De dentro y de fuera del muro del apartheid.
Boicoteen a G4S, apoyen el BDS y al final Palestina será libre. Muchas gracias.
* Traducido del inglés por Luz Gómez.
Nota:
[1] Este texto reproduce la conferencia pronunciada por la autora en la School of Oriental and African Studies (SOAS, Universidad de Londres) en colaboración con War on Want y el Tribunal Russell para Palestina el 13 de diciembre de 2013. Ha sido publicado en Luz Gómez (ed.): BDS por Palestina. El boicot a la ocupación y el apartheid israelíes, Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2014.
Fuente: BDS por Palestina. El boicot a la ocupación y el apartheid israelíes